Queridos cofrades: Ha llegado la Semana Santa y tenemos la cita esperada para venerar a nuestros titulares en las estaciones de penitencia, verdaderos retablos andantes y auténticas catequesis visuales de nuestra fe. Es nuestra vida cristiana, lo que creemos, profesamos y vivimos durante todo el año lo que ahora se convierte en un credo expresado por medio de nuestras imágenes y nuestra devoción en las calles del mundo. Las Hermandades evangelizan por el camino de la belleza, con la veneración de las imágenes - sabiendo que no se veneran por ellas mismas, sino por lo que representan- y las procesiones, que han de cuidarse para que sean auténticas manifestaciones de fe.
La piedad popular y nuestras Hermandades son verdadero patrimonio de nuestra fe en cada una de nuestras comunidades cristianas. El pasado 14 de junio, se cumplía el treinta aniversario del cuarto viaje apostólico de San Juan Pablo II a España y, con este motivo, los Obispos del Sur de España hemos publicado la Carta pastoral “María, Estrella de la Evangelización. La fuerza evangelizadora de la Piedad popular”. En este documento, que todos los cofrades debemos conocer, leer y profundizar, queremos manifestar la fuerza evangelizadora que tiene la piedad popular y. ofrecemos indicaciones que la guían y purifican; recordamos y actualizamos la identidad católica de las Hermandades. Junto a los tres fines clásicos de las Hermandades (formación, culto y acción caritativa) los Obispos presentamos un cuarto fin: el servicio a la nueva evangelización. Las Hermandades están llamadas a vivir en misión permanente y a ser talleres de santidad y encuentro con Cristo en la Iglesia.
Tanto San Juan Pablo II como Benedicto XVI han hablado de la importancia de la Piedad popular y de las Hermandades en la tarea de la nueva evangelización. El Papa Francisco, además, ha invitado a las Hermandades a celebrar el Jubileo de 2025, dejándose animar por el Espíritu Santo. Para ello, deben recorrer el camino de la “evangelicidad”, es decir, caminar tras las huellas de Cristo, en la escucha cotidiana de la Palabra de Dios; de la “eclesialidad”, entendida como caminar juntos, recuperando su sinodalidad y proponiendo proyectos comunitarios de formación, discernimiento y deliberación en contacto vivo con la Iglesia local, los obispos y las diócesis; y de la “misionariedad”, o sea, caminar anunciando el Evangelio, testimoniando la fe y cuidando especialmente a quienes padecen las nuevas pobrezas de nuestro tiempo.
En la transmisión de la fe, la Hermandades están llamadas a ser escuelas de vida cristiana. Parroquias, movimientos y colegios pueden encontrar en las Hermandades, cuando cuidan su identidad eclesial, un entorno complementario de fe, donde desarrollar de manera completa los itinerarios de iniciación cristiana. Es recomendable que, junto a las vocalías de familia y juventud, en las Juntas de gobierno de las Hermandades exista también una vocalía de iniciación cristiana, que, de acuerdo con las directrices diocesanas y de la propia parroquia, ofrezca los recursos para que niños, jóvenes y adultos puedan completar su iniciación cristiana, catequética y sacramentalmente. Se entiende así, que solo pueden formar parte de una junta de gobierno quienes hayan completado su iniciación, habiendo recibido los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, junto con el hábito de la Confesión sacramental. Otra tarea que las Hermandades pueden aportar en la misión evangelizadora es ser refugios de misericordia, donde se ofrece el consuelo de la misericordia divina a tantas personas heridas, pero también, como recuerda el Papa Francisco, saliendo al encuentro de las heridas de nuestros contemporáneos y haciendo de la Iglesia un “hospital de campaña”.
Anunciemos a todos que nuestro Señor es un Dios que vive, que ha resucitado, el Dios-hombre que por Amor se ha hecho uno de nosotros, nacido de las entrañas virginales de la Virgen, ha muerto y ha vencido a la muerte, anticipando nuestro cielo. No vivimos del recuerdo ni de añoranzas folclóricas vacías de sentido. Nuestras Hermandades no son expresiones culturales, ni patrimonio del recuerdo y del pasado, no son una ONG ni una asociación de amigos, son la Iglesia que tiene como única razón de su existencia la evangelización.
La propuesta cristiana sigue siendo hoy imprescindible para la liberación de las personas y para la humanización de la sociedad, frente a la dictadura de tantas ideologías.
Constituye un tesoro no reservado exclusivamente para las personas creyentes; por el contrario, lejos de reservarlo para nosotros mismos, nuestra tarea es compartirlo desde la experiencia de nuestro testimonio personal y comunitario con Cristo, de la mano de la Virgen. La fe se fortalece dándola y testimoniándola.
Esta es la misión de la Iglesia, que existe para evangelizar. Toda la diócesis de Guadix, en clave misionera y de primer anuncio, se ha volcado y pone todos sus esfuerzos en la Misión Diocesana: “Caminando con María hacía Cristo”, que con motivo del Año Jubilar Mariano, en el centenario de la coronación canónica de Ntra. Sra. la Virgen de las Angustias de Guadix, nos ha regalado el papa Francisco. La Pre-Misión nos ha ocupado el último trimestre del pasado año 2023. La misión propiamente, la hemos vivido del 15 de febrero al 3 de marzo, en el corazón del tiempo cuaresmal, de manera simultánea en los cinco arciprestazgos, en cada parroquia y comunidad cristiana. En la “post-misión”, continuamos potenciando todo lo realizado y vivido durante los días de misión. Ahora toca coger las riendas misioneras y seguir siendo protagonistas en el pueblo, por medio de la parroquia y del amor a nuestros titulares en nuestras Hermandades, del testimonio incansable de nuestra fe en todos los foros de la existencia humana.
El Papa sueña “con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para su auto-preservación” (EG 27).
Hay que seguir haciendo lo que hemos hecho, en estos días, en nuestra misión diocesana: nos hemos calzado las botas de la fe y del evangelio para andar el camino misionero. Todos nos sentimos interpelados a realizar el Primer Anuncio, porque nos jugamos mucho, todo: el sentido de nuestra vida y el que las personas conozcan a Jesucristo y transformen sus vidas para ser felices. Por eso, este sueño del Primer Anuncio debe ser compartido por toda la Iglesia, y en nuestras Hermandades lo tenemos que sentir de un modo fuerte.
El primer anuncio, en la misión diocesana, nos ha llevado al corazón de la fe, a proclamar y testimoniar el núcleo de lo que creemos: el misterio de Cristo que te ama, que se ha entregado en la cruz por ti y ha resucitado para que tengas vida. La misión nos ha invitado a descalzarnos para ir a lo fundamental: dejarnos transformar por el amor misericordioso de Cristo, descansando en Él, en medio de los combates de nuestros desiertos y tentaciones, desalojando de nosotros los ídolos y las mentiras de la existencia humana, descubriendo que sólo el Señor tiene palabras de Vida eterna que hacen feliz nuestra dignidad. Esto es lo que vivimos en el corazón de nuestras asociaciones públicas de fe, las Cofradías. La misión diocesana nos ha ayudado a redescubrir el bautismo, que hace resonar siempre en nosotros el primer anuncio: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte y ahora está vivo a tu lado cada día para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (Instrucción La conversión pastoral de la comunidad parroquial, 20 junio 2020).
Y esto, el Señor, lo quiere seguir haciendo en y a través de nuestra vida cotidiana: la misión diocesana ha sido verdaderamente una misión parroquial, en la que, con el testimonio y la cercanía de los misioneros, el Señor ha salido a nuestro encuentro para fortalecer nuestra fe e impulsarnos al testimonio personal entre los que nos rodean. Eso es la vida de una parroquia, de una Hermandad. Este ha sido el corazón de la misión diocesana: hacer de la Eucaristía el centro neurálgico de la fe; vivir como un gran regalo de renovación el sacramento de la penitencia, que tanto bien nos hace siempre y que es camino privilegiado de conversión; la Adoración del Santísimo como el gozo inmenso de sentirnos amados en una Presencia desbordante de Amor; la formación y la profundización de lo que creemos, para conocer mejor y dejarnos amar más; la caridad con los más pobres como expresión concreta y auténtica de nuestra fraternidad; el Vía-crucis como camino de vida eterna que sabe de lo peregrino del dolor y de la muerte; el rezo del rosario como antídoto contra la increencia, siempre de la mano de la Madre; la visita a los enfermos para llevarles al Médico del alma; el encuentro con los niños de la catequesis y en los colegios para anunciarles que Jesucristo es el Señor y nunca falla; el encuentro con los trabajadores en las empresas y comercios del pueblo para decirles que el Señor les ama y quiere caminar con ellos, etc.
Que todos los cofrades sigáis trabajando para que la evangelización y el testimonio público de la fe se fortalezcan en estos días, para que podamos ser creíbles para los que nos rodean y participan o contemplan nuestras estaciones de penitencia. Que descubran que nuestro ser cofrade hace posible un mundo nuevo.
¡Feliz y santa Semana Santa¡¡Vivid con intensidad el Triduo pascual! Que Jesucristo resucitado os llene de su Esperanza.
Con mi afecto y bendición.
Francisco Jesús Orozco Mengibar
Obispo de Guadix